jueves, 9 de septiembre de 2010

Eternidad

Un día te despiertas viviendo a lo kamikaze,
y al siguiente te descubres haciendo planes de futuro
con un persona a la que acabas de conocer.
Pasando de huir de todo tipo de relación,
y de cualquier persona con intención de quererte;
a bajar la guardia y dejar la puerta abierta
a la estabilidad, la comodidad y el cariño.

Y ahí estás otra vez...
Un año después, desempolvando y quitando las telarañas
que el tiempo ha ido formando en el viejo bungalow.
Dejándolo otra vez limpio y reluciente
para que vuelva a cumplir su misión.

Claro que no es fácil empezar de nuevo.
No es fácil dejar de notar ese nudo en la garganta
cada vez que escuchas: - “Nunca antes había estado así con nadie”,
sabiéndote incapaz de corresponder con sinceridad
contestando lo mismo.
Al tiempo que recuerdas los momentos
en los que sí que podías decirlo
y todo era igual de bonito y perfecto (hasta que terminó, claro).

Como tampoco lo es, evitar sentir que estás reviviendo
una y otra vez escenas de la misma película.
Preguntándote si cada relación va a ser igual que la anterior:
mismo escenario, mismos sentimientos,
mismo comienzo, mismo fin...
Aunque diferentes personajes principales.
Y te encuentras esperando a grabar esa obra maestra
en la cual nunca cambia el protagonista, siempre sale triunfador,
escena tras escena, hasta terminar en un final feliz.

Pero siempre te decantas por grabarla... No importa.
Da igual que al final lo único que hayas hecho sea gastar cinta.
Siempre es LA obra maestra.
Siempre va a funcionar.
Siempre es la última...

“Siempre fui un tipo más de relaciones estables
que de polvos de una noche,
sin que se me diera especialmente bien ninguna de las dos cosas.
Pero cuando conoces a alguien, no importa cuantas veces
la hayas cagado en el pasado. Siempre piensas..........Sí.

Estamos demasiado llenos de esperanza
como para pensar siquiera en las expectativas.”
Irvine Welsh.

Imposible definirlo mejor.

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