miércoles, 27 de abril de 2011

Parchís

Ese odio irracional que aparece cuando las cosas no salen como queremos. Tenemos la absorbente necesidad de planear al milímetro nuestras vidas, como si de un juego se tratara, idealizando situaciones en las que hacemos o decimos algo, y los demás reaccionan de cierta manera. Llegamos a creer en nuestra propia realidad virtual, creando historias enteras y días completos a partir de las reacciones que entendemos “lógicas” por parte del resto del mundo, correspondiendo con cada movimiento de nuestro cuerpo.

Tiramos el dado (5), movemos cinco casillas.
El siguiente tira el dado (3), mueve tres. Fácil. Es de esperar.

Pero no siempre es así.
El problema llega cuando alguien trastoca nuestros planes.
Actuamos siguiendo nuestro guión, pensando que tenemos todo bajo control; y de repente, alguien tira el dado, saca un seis, y cuenta siete. Come una y cuenta veinte. Se aleja. Deja de actuar como esperábamos, el camino se bifurca, incluso se trifurca. En un primer momento nos choca lo que acaba de ocurrir, pero es que partir de ahí, nada sale según lo planeado. Nos enfadamos, gritamos, pataleamos y seguimos sin comprender que no podemos calcular los movimientos de cualquiera que no seamos nosotros mismos; porque lo que es perfectamente lógico para nosotros, no lo es para los demás; nuestras circunstancias no son las suyas, nuestro mundo no es el suyo.

Y entonces sacamos un seis.

Ahí nos hemos quedado, a la deriva, con cara de tontos, forzados a tener que improvisar sobre la marcha para intentar infructuosamente reconducir todo hacia la idílica situación en la que nos sentíamos a salvo.

Volvemos a tirar el dado, y sacamos otro seis.

Avanzamos con la idea de que al menos llegaremos al mismo punto, volvemos a confiarnos, da igual que las cosas no hayan empezado como esperábamos, porque el resultado será el mismo. Al final todo saldrá como nosotros queremos.

Pero terminamos sacando tres seises seguidos y marchándonos a casa, con las mismas, riéndonos de nosotros por haber llegado a creer ciegamente que las cosas iban a salir bien, sin salirse del plan y que íbamos a llegar rápidamente a nuestro objetivo.

Sólo hay una posibilidad sobre doscientas dieciseis de sacar tres seises seguidos; nuestro plan parecía muchísimo más lógico, más seguro, más probable. Pero en la vida no siempre ocurre lo más normal, lo más plausible, o lo que creemos lo mejor para todos.
En realidad, casi nunca dejamos que ocurra.

1 comentario:

  1. La vida es un juego. Si sale un seis nos creemos personas con suerte, si sacamos otro nos llenamos de alegría pero no pensamos, ni por un momento, en la posibilidad de jugar con la misma suerte, sacar otro seis y volver al inicio.

    Me encanta, muy muy muy bueno. Felicidades!!

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