lunes, 28 de diciembre de 2009

AMOR-ales

“Las personas amorales se sentían más libres,
pero carecían de la capacidad de sentir o amar... “
Charles Bukowski


En esto, básicamente, se resume todo...
Podemos volvernos amorales durante 2 semanas... 6 meses...
3 años... O durante toda la vida si eso es lo que queremos... Pero en algún momento acabamos por comprender que toda esa libertad no nos ha llevado a nada. Podemos hacer, decir, pensar, gritar al viento lo que nos de la gana...
Pero todo eso ¿para qué?

Para conseguir sensaciones, vacías, momentáneas, caducas...
Y sobretodo para que no podamos unirnos a nadie durante ese tiempo, porque sabemos que la vamos a cagar... Sabemos que mientras nos creamos amorales, en cuanto se nos presente la oportunidad vamos a pensar en vivir el momento (y nos va a gustar hacerlo); y después de ello, no nos va a quedar nada que salvar... Más sensaciones placenteras que duran un momento y más consecuencias que duran para siempre...

Hasta que nos sentimos vacíos, sin objetivos; y no encontramos ninguna causa que nos haya llevado a romper todo lo que tocamos.
- Muy bien, acabamos de joder otra relación... ¿y ahora qué? -
Pues ahora a por la siguiente... Pasará una temporada en la que no querremos acercarnos a nadie que parezca que pueda tener intención de retenernos, de coartar nuestra libertad, de querernos... Por miedo a hacerles daño, y, principalmente, porque siendo libres nos lo pasamos mejor...

Pero nos olvidamos de querer... Nos volvemos materialistas... Nos refugiamos en cualquiera, hasta el punto en que compartir un orgasmo sea lo más parecido a sentirnos queridos que podemos experimentar... Lo que más se parece a importar a alguien en ese momento, a que nos necesiten, a pertenecer a alguien... Confundimos sentimientos... Cambiamos cariño por calor...
Y nos olvidamos de sentir...

domingo, 27 de diciembre de 2009

Conversación, habitación...

– Pero, vamos a ver, algo ha tenido que cambiar para que,
de repente, no quiera estar contigo.

– Simplemente la posibilidad de conseguir lo que quiere.
Le gustaba porque era imposible, no porque quisiera tenerme.
Simplemente se ha cansado de mí. Ya no soy la novedad...
Sólo es un juego, un deporte, una competición contra otros...
Me ha conseguido, así que, ha perdido la gracia, eso es todo.

– Parecíais enamorados...

– No, joder, no... El amor es otra cosa...
No existe el amor a primera vista. No puedes enamorarte de alguien por hablar media hora con él en cualquier sitio mientras bebes cerveza, y descubrir que escucháis la misma música, vais a los mismos bares y tenéis una ideología parecida...

– Pues io creo que sí que existe...

– Vale, es verdad, tienes razón...
Te enamoras de todo el mundo a primera vista...
Y te desenamoras en cuanto les empiezas a conocer.

viernes, 4 de diciembre de 2009

Anormales

Está de moda ser amoral. Todos parecemos amorales. Nos encanta pensar que somos House, Hank Moody, o aquella estúpida persona que decidió utilizar el término Carpe Diem como le dio la gana...
Nos cegamos en la, tan repetida afirmación, de que el ser humano es egoísta por naturaleza. Y encontramos en ello la excusa perfecta para actuar de manera políticamente incorrecta. Nos pone lo políticamente incorrecto. Probarnos a nosotros mismos, encontrar nuestros límites, nuestras fronteras, “romper esquemas”... Mandar todo a la mierda. Y entonces es cuando nos sentimos diferentes, especiales, rebeldes, guays...
Hasta que nos damos cuenta de que la experiencia nos ha enseñado que no estamos haciendo nada nuevo, ni especial...
O, como mínimo, nada que no (nos) haya hecho alguien antes.

Cualquiera puede cagarla... Lo jodido es hacerlo bien.

jueves, 3 de diciembre de 2009

Libres

Nos pone pensar que nosotros y sólo nosotros somos los responsables de nuestra vida. Dios no existe. Ningún ente superior nos cuida para librarnos de todo mal, ni para llevarnos por el buen camino. Tampoco hay un destino diferente para cada uno de nosotros. Nuestro futuro no viene configurado de fábrica. Somos y conseguimos lo que nos hemos buscado. Y cada día hacemos una prueba de fuerza contra nosotros mismos, contra el destino, contra Dios... Nos encanta hacer las cosas mal a propósito; hacer daño a sabiendas, y después quejarnos y llorar por los bien previsibles resultados. Nos da morbo lo prohibido y no pensamos en las consecuencias al actuar. O, bueno, en realidad si que pensamos en ellas... Pero nos vemos con el poder de hacer con las riendas de nuestra vida lo que nos venga en gana.

Por algo estamos en un país “libre”, ¿no?

miércoles, 2 de diciembre de 2009

Cazador

– Somos cazadores natos – she said – Y no podemos evitarlo.
Hacemos complicado lo incomplicable. Huimos de los atajos, de lo rápido, de lo fácil. Podríamos comprar carne en la carnicería, conformarnos con una ensalada, o incluso quitarnos de movidas y picar algo de lo que tenemos a mano en casa. Pero nosotros no somos así... Odiamos que nos den las cosas hechas.
Nos “enamoramos” de algo, hasta que por fin lo conseguimos. Hasta que lo cazamos con nuestros propios medios y nos sentimos realizados.
Por lo menos en un primer momento. Porque después esa felicidad se nos pasa con una velocidad directamente proporcional al tiempo o al esfuerzo que nos ha costado conseguirla. Y en ese tiempo (más o menos largo) de felicidad, es cuando exponemos nuestra caza al mundo y nos sentimos orgullosos. Muy orgullosos. Hasta que encontramos algo que parece más difícil todavía, y simplemente olvidamos al animal cazado y nos centramos en la novedad.
Nos encanta enredar las cosas. Querer algo y dejar de quererlo en cuestión de días, horas... Y lo peor de todo no es eso, sino las heridas que han surgido a diestro y siniestro consecuencia de la caza, las cuales no siempre están en nuestro propio cuerpo.

– ¿Así que el fin justifica los medios?

– Lo divertido son los medios, el fin nos la suda.

– Joder... ¿entonces qué pasa si no cazamos?

– Que nos morimos de hambre.

martes, 1 de diciembre de 2009

Bungalow...

En toda relación de pareja, al principio, todos tenemos la sensación de ser capaces de sobrevivir en un pequeño bungalow; una humilde casa de madera sin nada más que cuatro paredes y un techo, totalmente vacío. Sin teléfono... Sin televisión... Sin calefacción... Sin muebles... Incluso sin comida ni agua... Solamente dos personas, desnudas, y sin otra cosa que hacer que pasar juntos el resto de la eternidad, hablando y haciendo el amor.

No necesitamos otra compañía que la compañía mutua que nos proporcionamos, otro entretenimiento que no sea pasarnos horas hablando de nada en especial, otra fuente calor exterior a nosotros mismos, ni otras ropas que no sean nuestra propia piel...Porque somos felices y no podemos pensar en estar con alguien más, y ni se nos pasa por la imaginación cansarnos de estar tanto tiempo con la misma persona (aunque al resto de la gente le resulte extraño), porque cuando encuentras a la persona perfecta no puedes echar de menos nada más ni a nadie más...

Sin embargo, las cosas cambian cuando empezamos a tener hambre y sed... Y necesitamos comprar comida y agua... Cuando nuestro calor humano deja de ser suficiente a la mínima que llega el frío del otoño, y no podemos resistirnos a comprar ropa para cubrirnos; o incluso instalar la calefacción central cuando ese frío se hace constante con la llegada del invierno... Cuando ya no es suficiente con su única compañía y decidimos comprar una televisión, un teléfono, un ordenador...

Entonces empezamos a envidiar cosas que otros tienen, y compramos muebles de diseño, electrodomésticos de última generación, un coche grande que te cagas... Y para no aburrirnos necesitamos salir de la rutina (y de nuestro ya no tan pequeño bungalow), y vamos a la bolera, al cine, a emborracharnos en cualquier bar, a cenar a un restaurante... Porque su sola conversación no nos sirve, como al principio, para pasar un rato divertido, especial, diferente...

Hasta que nos despertamos una mañana sobre nuestro colchón de viscolátex, y mientras nos tomamos un café de nuestra nueva cafetera, nos damos cuenta de que hemos pasado de vivir en un pequeño bungalow vacío de cosas materiales pero lleno de sentimientos, a vivir en un enorme palacio lleno de objetos inútiles y entretenimientos efímeros que no nos ayudan a ser felices... Y echamos de menos el bungalow, e incluso a la otra persona...

Todo esto, obviamente, no existe, ni nunca ha existido. No hay palacio, ni cafetera, ni coche, ni televisión, ni bungalow.... Son simplemente diferentes sensaciones, en distintos momentos de una relación, dure lo que dure... La reflexión acerca del poder que tiene el paso del tiempo junto con la rutina, hasta llegar al punto en que consiguen que lo más bonito de cada día que pasamos juntos sea el instante en que recordamos los viejos tiempos, los momentos felices de verdad.

Pero ese recuerdo dura unos minutos... Hasta que volvemos a agarrar el cubata, a pinchar el siguiente trozo de carne o a levantar la próxima bola de bolos...